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miércoles, 18 de enero de 2012

algo de "Muñeca de palo"


―Primero quiero que sepas que te amo con todo mi corazón
―le dijo―. Nunca he dejado de pensar en ti un solo momento,
pero me pasó algo que debo comunicarte… Y debo ser yo
quien lo haga porque no quiero que lo sepas por medio de otra
persona. Seré yo quien te diga la verdad, pero prométeme que
me seguirás queriendo como yo te quiero a ti. ¿Lo prometes?
Estelita permanecía callada, su rostro denotaba ansiedad;
muchas interrogaciones desfilaban por su mente.
“¿Qué será lo que me quiere decir? ¿Por qué no puede
decirme directamente lo que quiere comunicarme? No sé. No
puedo imaginarme de lo que se trata, pero muy en el fondo de
mi corazón, presiento que será algo que romperá mi alma en
mil pedazos.”
Alex seguía dándole vueltas al asunto; era obvio que
no se atrevía confesarle lo que hasta ese momento callaba,
pero insistía en hacerlo, quizás porque temía que si no se lo
informaba él mismo, alguien muy pronto lo haría, y entonces
la perdería para siempre. De eso había platicado con un amigo
de confianza.
Por fin se armó de valor, y con tremor le dijo:
―Lo que te quiero decir es que... cometí un error, y me...
me casaron a la fuerza. Lo siento. He sufrido tanto, porque sé
que no he amado a nadie más que a ti… y sigo amándote con
toda mi alma.
Estelita palideció con la noticia. No dijo palabra alguna,
Alex era el amor de su vida, lo adoraba con todo su corazón. En
los momentos de angustia causados por el rechazo y el mal trato
de sus padres, él había sido su único consuelo. Él había llegado
a ser la única fuente de inspiración de su vida, su único motivo
para seguir viviendo. Porque en algunas ocasiones cuando las
crueles palabras de sus padres golpeaban su corazón, tan sólo
el pensar en Alex la alejaba de la idea de quitarse la vida.
―Me voy a divorciar de Leticia y me casaré contigo ―
dijo―. Fui tan estúpido de caer en la tentación y ahora lo estoy
pagando caro.
Estelita seguía sin pronunciar palabra. Sus ojos estaban
anegados de lágrimas. Obviamente estaba sufriendo por la
confesión de su novio. El mundo se le derrumbaba encima,
y no sabía cómo reaccionar. Vino a su mente la ocasión en
que su padre le dio aquel trozo de una rama de café, en vez de
la muñeca que tanto deseó. Recordaba aquella sonrisa de su
progenitor cuando notó su reacción al no encontrar esa muñeca
que anhelaba tanto, y que había estado esperando con mucha
emoción. El murmullo de los árboles de pino y liquidámbar del
bosque cercano, que instantes antes endulzaba sus oídos como
música de amor, ahora le parecía ser un son de burla.
“¿Qué me está sucediendo? ¿Será acaso que mi vida está
predestinada a sólo rechazos y fracasos?”
Su familia la rechazaba, principalmente sus padres; su abuelo
había estado a punto de violarla; su tío político, el coronel,
también; había sido expulsada del colegio de Quetzaltenango.
Ahora, su novio, esa persona en la que ella había cifrado sus
esperanzas, le acababa de dar la noticia que ya no le pertenecía
porque se había casado con otra muchacha. Realmente no
entendía al mundo. Le habían hablado de Dios y sus bondades,
pero…
“¿Qué pasó con ese Dios en mis momentos de penas, en mis
ratos de angustia y desesperación?”
Alex también estaba a punto de llorar, él realmente la amaba,
pero su instinto de “macho” lo llevó a lo que consideró un
matrimonio fracasado, inclusive antes de efectuarse. Se casó
porque Leticia, quien era una muchacha muy bonita, había
resultado embarazada. Cuando la boda se efectuó, debió tener
seis meses de gestación, pues el niño nació tres después.
―Me casaron porque ella iba a tener un hijo mí. Yo acepté
solamente para honrarla, pero no es la mujer que amo. No
puedo amar a nadie más que a ti. Tú eres todo en mi vida. Sin ti
mi mundo estaría totalmente vacío. No tendría por qué seguir
viviendo. Por favor… perdóname y no me dejes de amar. Yo
te prometo que pronto me divorciaré y me casaré contigo. Es
lo que más deseo en la vida, tenerte por siempre a mi lado y
ser felices.
―Eso ya no podráser ―dijo Estelita, sollozando―.
que creí tener. ¿Cómo te atreves a pedirme que siga contigo,
como si nada hubiera pasado, perteneciendo tú a otra mujer?
Te fui fiel siempre porque todo el tiempo respeté nuestro amor,
o lo que creí ser amor. Tú eras mi único ideal, la única persona
en la que confiaba, pero veo que eso que yo creí ser amor
para ti solamente fue una pasión, o un capricho, o talvez un
destruiste mis esperanzas, has terminado con lo poco de vida
pasatiempo. ¡No me pidas que siga siendo tuya! ¡Hazla feliz
a ella y deja que mi mundo se derrumbe! Por favor déjame…
quiero estar sola.
Estelita caminó rumbo a casa de su amiga. Sentía como si
aquel paisaje que otrora la deleitaba de una manera sobrenatural,
con suaves colinas adornadas con robles, pino y árboles de
flores amarillas; los potreros alfombrados de verde y afelpado
laguna que como un espejo duplicaba la belleza de su contorno;
el aroma de pino, y el fresco viento acariciando todo el paraje,
se hubiera esfumado por completo para ella. Ahora caminaba
como autómata, con la mente vacía y el corazón destrozado.
Ya no contempló las azaleas, las margaritas, las violetas, los
geranios, rosales y amarilis del bien cuidado jardín; ni tampoco
percibió el delicioso aroma de las plantas que tanto le deleitaba.
Parecía como si todo a su alrededor hubiera desaparecido para
sus sentidos.
Llegó a casa de Lucy y ella la esperaba imaginándose el
desenlace de su plática con Alex, sospechando lo peor porque
todo el pueblo se había enterado de la historia del matrimonio
de Leticia y Alex. Esa repentina y precipitada boda que en su
tiempo fue “la comidilla del pueblo”.
pasto, salpicados con vacas y algunos terneros; la pequeña
―¿Qué te pasó ―le preguntó Lucy, muy preocupada al
ver su semblante.
Entre sollozos, Estelita le contó detalladamente lo sucedido.
La amiga trataba de consolarla, pero todo intento era en balde
porque la muchacha traía el corazón partido y no dejaba de
llorar amargamente.
―Él no vale la pena, por eso no quería que le hablaras. Sabía
que te haría daño. El tiempo te dará la conformidad necesaria,
pero ahora debes sobreponerte. Hombres hay muchísimos, ya
encontrarás uno que realmente valga la pena y te merezca.
―Fui rechazada por mis padres, y aunque Alex diga que me
quiere, no le creo, porque si me quisiera me hubiera esperado.
Pienso que lo que hubo entre nosotros solamente fue un
capricho de él. Me siento muy mal, voy a tratar de calmarme,
pero me será muy difícil porque lo quiero mucho.
Estelita se quedó un rato en su cuarto, pero luego salió y
se dirigió al baño. Se lavó la cara y de pronto vio el botiquín
de las medicinas. Lo abrió y vio varios frascos con pastillas y
cápsulas. Regresó al lavamanos y contempló su rostro reflejado
en el espejo. Habían sido muchas las desilusiones recibidas en
tan pocos días. Uno tras otro fueron desfilando por su mente los
momentos en que sus seres queridos, sus padres principalmente,
pero también su prima y su tía, no quisieron ayudarla en el
momento preciso. Quizás todo lo hubiera soportado si Alex no
le hubiera comunicado lo de su matrimonio, pero esa confesión
había sido como la gota de agua que rebalsó el vaso.
Con la vista fija en el espejo siguió contemplándose. Le
pareció ver en las facciones de su rostro la palidez de la muerte,
y en ese momento pensó que si no valía para nadie, era mejor
tomar una determinación drástica. Acabaría con su vida, esa
vida que no importaba a nadie, y que en este momento tampoco
le importaba a ella.
todo”
Se dirigió al botiquín que todavía permanecía abierto, tomó
varios frascos y los abrió; llenó un vaso con agua del grifo, y
después de tragar cuanta pastilla y cápsula pudo se dirigió a
su habitación, en donde se recostó en la cama para esperar el
efecto.
¿Cuánto tiempo pasó con la vista fija en el cielo raso del
cuarto, viendo las figuras que formaban vetas y nudos del
machihembre de cedro? Fueron breves minutos. De pronto
creyó escuchar el ruido como el de la campana de un reloj
despertador que repiqueteaba en su cerebro, se tapó los oídos
fuertemente con sus manos. Y su vista ya no pudo seguir
contemplando las figuras de la madera. Cerró fuertemente sus
ojos. Evidentemente vivía un vértigo que la llevó a las tinieblas
de un abismo, descendiendo en la oscuridad de un profundo
pozo y ella seguía y seguía su descenso con una velocidad
vertiginosa. Su cuerpo flácido se sumergía en la densa oscuridad.
Quiso gritar, pero el grito no surgió de su garganta.
***
La amiga fue al baño y vio el botiquín abierto y los
“Posiblemente con mi muerte se acabe, se dijo, hablándose a sí misma al espejo.
frascos esparcidos todavía abiertos y ahora vacíos. Se alarmó
sobremanera y corrió al cuarto de Estelita. La encontró tendida
en la cama, pálida y fría. Su primera reacción fue sacudirla
para despertarla, pero al no ver reacción alguna, salió corriendo
del cuarto a buscar a su madre. Afortunadamente también se
encontraba su papá, y en lo que su esposa y Lucy fueron al
cuarto, él preparó su carro para transportarla al hospital.
Mientras el padre de Lucy cargaba a Estelita para acomodarla
en el vehículo, su madre fue al baño a recoger los frascos
vacíos de medicina para enseñárselos al médico. A toda prisa
se dirigieron al hospital, que por suerte no distaba mucho de la
casa.
Médicos y enfermeras empezaron el trabajo. Inmediatamente
le extrajeron una muestra de sangre; luego le pusieron suero
intravenoso para eliminar los tóxicos del flujo sanguíneo,
mientras el médico de turno le introducía una sonda por la vía
nasal, para hacerle un lavado del estómago.

Copyright © 2000-2012 Ernesto González Borja. Todos los derechos reservados.

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