Fragmento de Muñeca de Palo:
―Papito ― le dijo ―, ¿me trajo mi muñeca?
― Sí, después te la doy.
Pasaron los días y las semanas. La niña seguía ansiosa de
recibir su muñeca, pero no había modo. Entonces volvió a
preguntarle, y él le contestó que pronto se la daría.
En esos días estaban limpiando y podando un cafetal
localizado atrás de la vivienda. Y una tarde, Romeo vino a
donde estaba su hija; traía a manera de envoltorio una toalla
vieja. Acercándose a ella le extendió el envoltorio y le dijo:
― ¡Aquí está tu muñeca!
Estelita alargó los brazos con gran emoción, y feliz quitó
la toalla para ver la muñeca que tanto había deseado; pero, en
vez de muñeca, lo que encontró fue el tronco de una rama de
café. El padre al ver la cara de desilusión de la niña forzó una
sonrisa.
Estelita salió corriendo y lloró en soledad la burla. Su
infantil mente no llegaba a comprender por qué sus padres la
trataban así, porque miraba a los de otras niñas, amigas suyas,
que eran cariñosos con ellas.
Por su parte, Romeo, después del agravio a su hija, sintió
un dolor extraño en su corazón. Su rostro se contrajo en un
rictus de tristeza. ¡Una congoja inundó su ser! Experimentó
un sentimiento de culpa de estar haciendo algo absurdo y
perverso en contra de esa criatura, sangre de su sangre, fruto
de aquel amor que lo había hecho unirse a Amelia, quien
lo había cautivado con su belleza y dulzura. Sin embargo,
paradójicamente, algo lo empujaba a seguir rechazando a su
hija, induciéndolo a ser duro con ella.
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